Creemos en el amor. En un amor duradero, eterno, que nos acompañe en nuestro último aliento. Pero el amor es impredecible, caprichoso. El buen amor es intenso y efímero. Lo mejor o lo peor de este amor es acompañarlo en su último suspiro.
El amor es como un globo pinchado. Si soplamos fuerte se mantiene hinchado. Pero cuando dejamos de soplar, cuando el aire sale de forma imperceptible mientras nos detenemos a contemplar su belleza, el aire como el amor, se nos escapa entre los dedos. Por mucho que soplemos nunca volverá a ser igual.
Abrí los ojos despacio, aún con la quietud de un dulce y profundo sueño. Extendí el brazo hasta alcanzar la mesilla. Miré el reloj. Era temprano, pero tenía el tiempo justo para pegarme una ducha, repasar mis notas y llegar hasta el Café a Brasileira donde me encontraría con D. L.
Todo hacía presagiar que sería otro día más...
Cuando llegué a la cafetería aún estaban montando las mesas de la terraza. Esperé. Hacía fresco para desayunar en la terraza, pero si el cliente estaba incómodo abordaría el tema sin tapujos y acabaríamos antes nuestra entrevista. Cuanto menos tiempo nos vieran juntos mejor.
D. L. llegó con 10 minutos de retraso. Mi café ya estaba frío. Él podió uno solo.
En cuanto trajeron su café comenzó a hablar. Me explicó su situación sin miramientos, tal y como yo esperaba.
Sospechaba que su socio, y hasta ahora amigo, estaba haciendo lo posible para hundir su empresa y a la vez montar otra similar, llevándose toda la cartera de clientes y dejarle a él fuera.
Portaba un dossier con algunas pesquisas que había podido recabar y esperaba que yo pudiese confirmarle sus sospechas y poner una denuncia en firme.
Tras 20 minutos de charla y después de firmar el contrato nos despedimos. Le dije que me pondría en contacto con él lo antes posible para concertar otra cita con el material que obtuviera.
Ya con el dossier en mi poder me dirigí a mi "oficina". Un mini estudio, modesto pero algo coqueto donde pasaba las horas clasificando pistas, archivando documentos y ordenando ideas. Así es el trabajo feo de un detective privado.
El sujeto a investigar esta vez parecía una persona seria, honrada y formal. Al principio todos lo precen.
A. G. se licenció en la univarsidad, hizo un master en finanzas, trabajó en una gran multinacional, pero el ritmo de vida no le gustaba y fundó una empresa con su amigo de la infancia, D. L.
Formó una familia junto a I.D. Se separaron pocos meses después del nacimiento de su primer hijo.
Nunca ha desatendido sus labores como padre ni como empresario.
Deportista. Juega a fútbol dos veces por semana y tiene carnet de socio del gimnasio ubicado en su urbanización.
No vive en un chalet de lujo pero por sus coches podrías decir lo contrario.
Le gusta salir a tomarse una copa, cuando sus obligaciones de padre se lo permiten.
Lo que me temía, un tipo normal.
Continuará...
Tina.